DECLARACION DEL FORO SOCIAL CRISTIANO FRENTE AL
BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL
El Foro Social Cristiano, compuesto por actores políticos y sociales con presencia en diversas ciudades y ambientes del país, reunido con la finalidad de debatir su rol frente al Bicentenario de la Independencia Nacional analizó la situación de la institución familiar, la realidad de la pobreza y la desigualdad en nuestro país, la generalización de la corrupción y la falta de uso estratégico de su diverso y rico territorio, como factores interrelacionados entre sí y que deben superarse a efecto que el país pueda jugar un papel protagónico en el contexto internacional y los peruanos puedan considerarse ciudadanos plenos del mundo, declara:
Primero. La familia es el fundamento de la sociedad, su “célula primera y vital”, donde se constituyen un conjunto de relaciones interpersonales -de padres, de hijos, de hermanos-, expresiones básicas de su naturaleza social, en donde las nuevas personas se educan y forman en principios y valores.
Al analizar la institución familiar deben considerarse tanto los aspectos éticos como los sociales que influyen en su normal desenvolvimiento. Su fortalecimiento supone, entre otras consideraciones, contar con políticas públicas dirigidas: a disminuir la alarmante violencia familiar, destructora de familias y de manera especial la dirigida hacia las mujeres, a la problemática laboral, para preservar tanto la jornada laboral como la remuneración digna; a la problemática del transporte, que hoy alarga innecesariamente la ausencia de los padres en el hogar. La promoción y atención a la familia deben ser integrales, con políticas sociales coherentes que no pierdan de vista el respeto y salvaguarda a la dignidad de la persona humana desde su concepción.
Nuestra misión, desde los centros de pensamiento y ámbitos de difusión del socialcristianismo, es luchar contra el descarnado individualismo imperante, así como cuestionar las tendencias que pretenden relativizar la importancia de la familia, fraccionando el tejido social con un egoísmo que corroe la vida en comunidad.
Segundo. En la lucha contra la pobreza y la desigualdad, tenemos muy en claro que el bienestar no es sólo crecimiento económico sino la aspiración hacia un desarrollo integral “de todo el hombre y de todos los hombres”. La pobreza, como situación que impide la satisfacción de las necesidades básicas humanas, no es la causa de nuestros males nacionales, sino la consecuencia de éstos. Hemos de verla como el producto de una serie de exclusiones históricas y estructurales: centralismo, discriminación social, no acceso a educación y a servicios sociales, entre otras, que debemos superar.
La fraternidad y la solidaridad nos hacen ver a cada persona como un hermano y no meramente una cifra estadística, mientras que la subsidiariedad nos hace trabajar para que a quien se le brinda ayuda hoy pueda valerse por sí mismo el día de mañana. Combinando solidaridad y subsidiariedad los socialcristianos hemos de promover una real economía social de mercado, con tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario, para eliminar las imperfecciones del mercado y apoyar a los sectores menos favorecidos, fomentando el asociativismo y los programas de desarrollo productivo, que permitan el uso de las potencialidades de nuestros distintos pueblos con el trabajo digno de los peruanos.
Tercero. La corrupción, entendida como el abuso del poder mediante la función pública para beneficio personal, sigue siendo un gran problema nacional. ¿Cómo combatir la corrupción en el corto y en el largo plazo? En el corto plazo es vital fortalecer y perfeccionar en el Estado mecanismos de transparencia; el uso de las nuevas tecnologías de la información y comunicación que acerquen al ciudadano a la labor de observación y fiscalización; a los organismos estatales de control para acompañar los procesos de la gestión pública, en forma simultáneamente eficiente y prudente para no paralizar la gestión pública, rastreando posibles actos dolosos sin esperar actuar sólo a posteriori o cuando ya es demasiado tarde.
En el largo plazo, enfrentar la corrupción pasa por un cambio en la mentalidad de cada persona y de la sociedad en su conjunto; no podemos ser permisivos ni cómplices silenciosos. Un socialcristiano ha de tener siempre la capacidad de indignarse ante la corrupción, venga de quien venga; pero, más importante aún, será su capacidad de actuar frente a ella, desde el espacio en que se encuentre.
Cuarto. Nuestro diverso y extenso país demanda políticas de acondicionamiento y ordenamiento territorial que organicen el uso adecuado de su espacio en función de su vocación y potencial. Buena parte de los conflictos sociales tienen su origen en la indeterminación del uso del territorio, cuya solución supone el uso concurrente con otros instrumentos, como la planificación concertada y una clara definición de la visión de desarrollo; la descentralización entendida como proceso, y la gestión articulada de los tres niveles de Gobierno: el Nacional, los Regionales y los Locales, que permitan un desarrollo equilibrado de los espacios y su adecuada organización física.
Quinto. Observamos con preocupación la débil participación de la sociedad civil en el espacio público, que deja al Estado y al mercado como los grandes decisores. La participación en el espacio público y la creación de una verdadera sociedad civil, genuinamente representativa, son tareas primordiales de todo social cristiano.
Finalmente, los socialcristianos nos comprometemos de cara al Bicentenario Nacional, a trabajar en nuevas redes desde nuestras distintas ciudades y espacios sociales, promoviendo adecuadas políticas que favorezcan el desarrollo de las familias como base de nuestra sociedad, luchando contra los efectos y causas de la pobreza y la desigualdad, siendo contundentes en acciones que combatan la corrupción, y buscando impulsar un desarrollo integral en base al uso racional de las grandes potencialidades del territorio peruano, en beneficio de la persona y sus comunidades.
Y así lo suscribimos, los miembros del Foro y los que nos adherimos al pronunciamiento.
10 de octubre de 2016.
Armando Borda Herrada Carlos Fernández Sessarego
Luis Solari de la Fuente César Delgado Barreto
Javier Bedoya de Vivanco Carlos Ferrero Costa
Carlos Blancas Bustamante Alfonso de los Heros Pérez Albela
Jaime Montoya Ugarte Eusebio Quiroz Paz Soldán
José Luis Pérez Guadalupe Percy Tábory Andrade
Luis Peirano Falconí Zoila Viteri Vargas
Pedro Angulo Arana Gonzalo Fernández Montagne
Laura Bedoya de Vivanco Antonio Aransay Lerena OAR
Ernesto Alayza Mujica Luis Alvizuri Amat
Eduardo Gómez de la Torre Freundt Luis Bacigalupo Cavero-Egúsquiza
Lourdes Maínza Gutiérrez Francisco Belaunde Matossian
Liliana Gonzales Vidal Isabel Manrique López
Jorge Vallejo Castello José Antonio Benllochpiquer Castro
Alberto Ferrand Noriega Javier Colina Seminario
Manuel Bernales Alvarado Josef Zielinski Flores
Javier Chacón Castro David Ordinola Boyer
Víctor Quispe Ochoa David Porras García
Fernando Zeballos Rodríguez Luis Gallegos Molina
Gary Ayala Ochoa Miriam Díaz Torres
Arturo Corrales Espinoza James Guerrero Braco
Bruno Velásquez Crose Gonzalo Mujica Rodríguez
Edwin Rondón Vásquez Pedro Avilés Aquije
Esther Núñez Balbín Marisol Egúsquiza Ortega
Alfredo Monteverde Bussaleau Paul Gamarra Yáñez
Juan Manuel Landa Rivera Ezequiel Ramírez Daza
José Enrique de la Cruz Arteta José Luis Vallejos Higa
Carlos Núñez Gonzalez Flor de María Loza Mestas
Hernest Flores Peralta Carlos Beraún Di Tolla
Doris Vásquez Alarcón Kathleen Zegarra Delgado
Cristhian Huamán De La Cruz Wilder Esplana Izarra
Cristhian Agurto Ubillús Marita Ramírez Chiroque
Juan Francisco Castillo Alvarado Daniela Hernández Távara
siguen firmas…