Jueves, 25 Abril 2024

Misa por el 50 aniversario del IESC, Chiclayo
Misa de aniversario en la iglesia de la Compañía, Arequipa
Misa por el 50 aniversario del IESC en la Parroquia de Santa Rita, Miraflores
Asistentes al brindis con motivo del 50 aniversario del IESC
El presidente del IESC saluda al Papa Francisco en el marco de la conferencia internacional ‘Salvar nuestra casa común y el futuro de la vida sobre la tierra’.
P. Juan Roger Rodríguez en la firma de su libro: 'El Estado peruano, ni confesional ni laico'
(Izq. a der.) Armando Borda, Hans Schelkshorn, Andreas Rendl en el Foro Social Cristiano 'Desafíos para Europa: El Populismo'
Presentación del libro: Evangélicos y poder en América Latina. Autor: José Luis Pérez Guadalupe
(Izq. a der.) Armando Borda, Sebastian Grundberger, Peter Weiss en el Foro Social Cristiano: El Desafío Populista en Europa
Firma del convenio de cooperación de la Universidad Católica de Lublin y el IESC. 10 de mayo.
Seminario Internacional: Políticos cristianos frente a los desafíos globales.
FSC: La Iglesia ante la crisis social en Venezuela

*Francisco Belaunde Matossian, analista político internacional, para Lamula.pe (19.02.2021)

 

Se requiere de un protocolo para entrevistadores de políticos.

Los actores y comentaristas políticos son, con frecuencia, eximios productores de “fake news”, que lanzan al público, no solo al momento de hacer anuncios o pronunciar discursos o de tuitear,  sino, también, con ocasión de las entrevistas que conceden a los medios de comunicación. Lógicamente entonces, quienes los entrevistan, ya sean conductores de programas de radio y televisión o reporteros, están en primera línea en la lucha contra los “fake news”. En ese sentido, les cabe una gran responsabilidad ante la sociedad. Muchos de ellos la asumen plenamente y encaran a sus interlocutores cuando hacen una afirmación falsa o sin sustento. Lamentablemente, no siempre es así, y no reaccionan o, peor aún, apañan la mentira.

Sería pertinente entonces que organismos gremiales como el Consejo de la Prensa Peruana, la Sociedad Nacional de Radio y Televisión y organismos promotores de la democracia como Transparencia e Idea Internacional, entre otros, propusieran un protocolo y capacitaciones anti “fake news”, específicamente para los entrevistadores.

En gran parte, los “fake news” son ataques, bajo la forma de acusaciones no sustentadas contra adversarios políticos. La mejor manera de hacerles frente, es, más que discutir sobre el fondo de los dichos, pedir el sustento correspondiente, si no pruebas, por lo menos indicios razonables, y, si no lo proporcionan, hacerlo notar. No solo se deja en evidencia al entrevistado infractor, sino que, de carambola, y como fin principal del protocolo, se educa al público, para que adquiera el reflejo de siempre preguntarse mentalmente por el sustento de lo que lee y escucha.

Por cierto, muchas acusaciones falsas no son hechas abiertamente, sino de manera sinuosa, a través de insinuaciones calumniosas. El protocolo anti “fake news”, debería incidir en ellas.

No olvidemos que la polarización se exacerba en gran parte, no tanto por las naturales discrepancias, sino por las acusaciones falsas, de las que, dicho sea de paso, las teorías conspirativas forman parte.

Ciertamente, los sistemas de “fact checking” ayudan contra los “fake news”, pero mucho más eficaz es la corrección, en tiempo real, por los entrevistadores.

Cuando el sistema democrático está en juego, no podemos escatimar esfuerzos para reforzarlo, desde el lugar que nos toque.

En esa línea, el ministerio de Educación tiene también un papel muy importante que jugar, mediante la introducción en los programas escolares, de cursos de educación cívica que incluyan instructivos para evaluar críticamente las informaciones, como se hace en los colegios de Estonia, y para distinguir hechos de especulaciones, conjeturas y sospechas, además del fomento del debate con ideas y respeto.

 

El espejismo de Fagan

 

*Un artículo de Dr. Javier Colina Seminario para Diario Panorama Cajamarquino.

Contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

El inglés Michael Fagan -el intruso- respetuosamente le dijo la Isabel II: No quiero dinero. Sólo deseo hablar con usted, nada más. Le diré lo que vine a decirle y me iré… Probé todo lo demás (ante de visitarla a usted), escribí cartas, hablé con mi legislador. Y no sirvió para nada. ¡El espejismo de la democracia!, concluyó Fagan sin perder la flema inglesa.

El diálogo –probablemente imaginado por el guionista de la cuarta temporada de The Crown- se da en el contexto de la conversación que habría tenido Fagan con la reina Isabel. Un visitante inesperado, que burlando las medidas de seguridad del Palacio de Buckingham llegó hasta el propio dormitorio de Isabel –lo cual es históricamente cierto- y generó un tremendo escándalo de seguridad en la Inglaterra de la era Thatcher.

Fagan era un pintor y decorador desempleado por efecto del ajuste económico que se dio en el primer lustro del Gobierno de la Dama de Hierro. La falta de trabajo no solo afectó su economía, sino que dañó su salud mental y, peor aún, destruyó irremediablemente su familia, que era lo que más sentía.

La escena diseñada por los guionistas está cargada de simbolismos que justifica toda la serie de Netflix y desmiente las sospechas de frivolidad. Pero permítanme, por esta vez, centrarme solo en el significado de Fagan, en cuanto representa lo que la prestigiosa revista Esquire ha definido como “la mirada del ciudadano de a pie para retratar una clase trabajadora británica a principios de los 80 que sangraba por las medidas aplicadas por Margaret Thatcher”. Ello es cierto, Fagan era un obrero desesperado y sin recursos económicos; sin embargo, ese enfoque es insuficiente. El guionista incide en los esfuerzos vanos del hombre común, el súbdito anónimo que, desde su marginación funcional, busca desesperadamente acercarse al Estado, Fagan es aquel que necesita ser acogido y sentirse apapachado por los gobernantes a quienes cumple religiosamente con elegir periódicamente. Sin embargo, a cambio sólo recibe, indiferencia, maltrato o los recurrentes pedidos de poner el hombro por tu país, poner la cuota de sacrificio por la patria, por el futuro, por tus hijos, etc. Como si el presente estuviera en un paréntesis que no se sabe cuándo empezó y que nunca llega a cerrarse. Eso es, según Fagan, el espejismo de la democracia.

Los jóvenes que hace tres semanas irrumpieron en las calles del Perú son nuestros Fagan; entraron en las plazas públicas (¡Cuánto de simbólico hay en el respeto que hubo por parte de los manifestantes al monumento a San Martín oculto tras los biombos de los restauradores!) que son las habitaciones del poder formal, demandando ser escuchados. Pero para muchos una vez más la experiencia sirvió para comprobar que el Estado no existe. Y lo que hay son solo jirones de autoridad, que sirven para amarrar algunos intereses oscuros o lanzar perdigones: pero que no tienen la fuerza para acoger a todos los ciudadanos en torno a la utopía de la Nación Peruana. Al igual que Fagan, muchos vislumbraron el espejismo de la democracia.

Crucial momento es el que nos ha tocado vivir como comunidad política, que aún no ha terminado de solucionarse, porque los políticos no han encontrado el método para entender la demanda social desbordada. El orden social y económico impuesto desde la década de los 90 se esmeró en destruir o minimizar la función de las instituciones intermedias (partidos políticos, sindicatos, colegios profesionales, APAFAS, etc.) al hacerlo pensaron que le quitaban presión al Estado, pero lo que hicieron es abrir la compuerta del desborde. Y, quizás si la solución se encuentre en esa vía, es decir abriendo las puertas para la recomposición ordenada de las instituciones intermedias.

El político del siglo XXI debe entender que la autoridad no se legitima por la forma de llegar al poder, sino en responder correctamente a la pregunta de para quienes ejerce la autoridad. La ciudadanía reclama protagonismo en la cosa pública. Asimismo, debe entender que una democracia representativa no es aquella donde la representatividad es una coartada para olvidar al elector, sino un compromiso vinculante y, por tanto, sancionable en cuanto es incumplido.

Esperamos que entre los candidatos a las próximas elecciones sepamos identificar a personas confiables, empáticas, que escuchen al ciudadano y que alienten a su organización, y que hagan que la Democracia no sea el espejismo de Fagan, sino el espejo que refleje nuestra esperanza como nación.